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El coronavirus y estar sentado tranquilamente en una habitación a solas

Blaise Pascal dijo: “Todos los problemas de la humanidad provienen de la incapacidad del hombre para sentarse solo y en silencio en una habitación”. El gran filósofo del siglo XVII pensaba que la mayoría de nosotros, la mayor parte del tiempo, nos distraemos de lo que realmente importa a través de una serie de diversiones (desvíos). Hablaba por experiencia. Aunque era uno de los hombres más brillantes de su época y uno de los pioneros de las ciencias físicas modernas y de la tecnología de las computadoras, Pascal malgastó una buena parte de su tiempo en el juego y otras actividades triviales. En cierto modo, él sabía que tales diversiones eran comprensibles, ya que las grandes preguntas — ¿Existe Dios? ¿Por qué estoy aquí? ¿Existe la vida después de la muerte? — son realmente abrumadoras. Pero si queremos vivir de forma seria e integrada, hay que enfrentarse a ellas, y por eso, si queremos que nuestros problemas más fundamentales se resuelvan, debemos estar dispuestos a pasar tiempo en una habitación a solas.

Este mot pascaliano me ha venido mucho a la mente en los últimos días, ya que todo nuestro país está en “modo cierre” debido al coronavirus. Centros comerciales, cines, restaurantes, campus escolares, estadios deportivos, aeropuertos, etc., los mismos lugares donde normalmente buscamos compañerismo o diversión, se están vaciando. Esto es obviamente bueno desde el punto de vista de la salud física, pero me pregunto si podríamos verlo como algo muy bueno para nuestra salud psicológica y espiritual también. Quizás todos podríamos pensar en este tiempo de semi-cuarentena como una invitación a un poco de introspección monástica, un poco de confrontación seria con las preguntas que importan: un momento para sentarse solos en una habitación con un propósito.

¿Puedo hacer algunas sugerencias con respecto a nuestro retiro? Saca tu Biblia y lee uno de los Evangelios en su totalidad, tal vez el Evangelio de Mateo, que usamos para la misa dominical este año litúrgico. Léelo despacio, en oración; usa un buen comentario si te ayuda. O practica el arte antiguo que ha sido recomendado calurosamente por los últimos papas, es decir, la lectio divina. Esta “lectura divina” de la Biblia consiste en cuatro pasos básicos: lectio, meditatio, oratio y contemplatio. Primero, lee el texto de la Escritura cuidadosamente; segundo, escoge una palabra o un pasaje que te haya impactado especialmente, y luego medita en él, como un rumiante masticando su bolo alimenticio; tercero, habla con Dios, diciéndole cómo tu corazón se conmovió por lo que leíste; cuarto y finalmente, escucha al Señor, discerniendo lo que Él te dice. Confía en mí, la Biblia cobrará vida cuando te acerques a ella a través de este método.

Praise the Lord

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